Lo dice Alejandro O’Donnell, asesor en Agricultura de Precisión y miembro de AAPRESID. El experto habló con AgroEvolución, el podcast de FieldView, y dejó reflexiones muy interesantes sobre la tecnología agrícola.
Sabe, y mucho, de este tema. Alejandro O’Donnell es asesor especializado en Agricultura de Precisión (AP). Dirige Frontera agropecuaria (una empresa de tecnología agrícola), está al frente de Siembras y cosechas (que hace producción en campos alquilados) y es miembro de AAPRESID.
“Suelo no separar la agricultura digital de la AP, ya que son parte de un todo. Esta última conforma una estrategia de gestión en la que el productor/asesor recurre a la tecnología, digital o no, para recopilar datos, procesarlos y analizarlos”, dice el especialista.
Agrega que “hoy las máquinas que circulan sobre los lotes generan un enorme volumen de datos, que con el concurso de las plataformas se convierten en herramientas para la toma de decisiones. Y, con el paso del tiempo y la construcción de mejora sobre mejora, se transforman en conocimiento”.
O’Donnell sostiene que todas estas tecnologías en el agro “tienen que estar apuntadas a acciones específicas para elevar la eficiencia de producción y la productividad, sin perder de vista la sustentabilidad de los sistemas”.
Por cierto, la tasa de adopción de estos avances tecnológicos en la agricultura se ha ido acelerando. En principio, debido a las nuevas generaciones que están tomando las riendas del agronegocio, que nacieron digitales, lo cual facilita todo.
Además, la misma evolución de la tecnología agrícola hace que sea cada vez más amigable y más fácil de adoptar. Como en otros casos, están los adoptantes tempranos, los que esperan a ver cómo se desempeña el producto y luego los más rezagados para ingresar a la agricultura del futuro.
Cuidado; no se trata de moverse a tontas y a locas. “Hay personas que salen a comprar cosas sin saber siquiera exactamente para qué sirven, pero igualmente lo quieren ya. Habitualmente terminan arrumbadas en el galpón”, dice O’Donnell.
Recuerda que “cuatro años atrás los drones irrumpieron en las ferias y quien salía sin uno de estos equipos debajo del brazo sentía que se estaba quedando afuera de algo. Con el tiempo pasó el furor. Son herramientas para cosas muy específicas”.
En ese sentido, el experto sostiene que “las modas duran poco, el productor debe tomar aquello que le resuelve un problema o le aporta un valor genuino”, advierte.
Un lugar para cada tecnología agrícola
El tiempo se encarga de poner cada tecnología en su lugar, en especial cuando no resolvió una asignatura pendiente o lo hizo a un costo mucho más alto que el esperado. Son los dos puntos clave en materia de adopción.
Los monitores y los banderilleros brindaron soluciones, son fáciles de usar, se trabaja más prolijamente, tienen impacto en la producción y los resultados de la empresa.
Si la tecnología agrícola aporta valor, el productor la toma inmediatamente. Pero es cierto que en determinados casos hay alguna barrera ligada al conocimiento y las tasas de adopción son más bajas o más lentas.
Igualmente, O’Donnell sostiene que no todo es complejidad. Afirma que la movida mundial del “small data” es un buen ejemplo de ello, ya que rescata muchos datos simples que tienen un impacto enorme en la producción.
Por ejemplo, si se duda de la velocidad de siembra en maíz, para descubrir lo que conviene hacer no se necesita analizar miles de datos. “Un ensayo sencillo resolverá el tema al comprobar cuánto se pierde por sembrar a una velocidad fuera de la ideal. Con 3 km/h por sobre lo indicado nosotros estábamos resignando 200 kg/ha de maíz”, indica el especialista.
Cómo, dónde, para qué
Si tiene la tecnología adecuada, cada máquina que trabaja en un lote estará en condiciones de generar un mapa de algún tipo. Y después las plataformas procesarán esa información.
O’Donnell sostiene que es vital saber para qué sirven los datos, qué vamos a hacer a partir de ellos y cuánto tiempo los vamos a almacenar. En qué forma los necesitamos y dónde los vamos a ir a buscar. ¿Están en la cosechadora, en el drone, en una rastra Veris, en la nube, en el satélite?
Y a partir del análisis, se debe decidir qué hay que profundizar y qué conviene dejar de hacer.
El experto sostiene que lo más valorable de una plataforma pasa por la capacidad de poner toda la información en un solo lugar, de brindar información histórica donde no se la tiene.
Cualquiera se puede sentar frente a una plataforma y generar ambientes con bastante precisión si entiende la lógica de cómo mirar las imágenes. Y, en ese camino, tener las prescripciones en un solo lugar es una ayuda más para simplificar la adopción de la AP, en especial de la dosis variable, considera.
“Celebro contar con las plataformas, pero como usuario me preocupa su futuro. Algunas cosas tienen cierta vida útil. Además, ¿qué pasa si de pronto la compañía responsable de la plataforma en la que tengo todos mis datos desaparece y deja de dar soporte, lo cual perfectamente puede ocurrir? Basta recordar el caso del Blackberry y las dificultades para pasar los datos a Android”, dice O'Donnell.
La agronomía, siempre al frente
El asesor recuerda que algunos predicen que la demanda de alimentos en 2030 será 30% superior a la actual y que solo el 10% de la oferta necesaria se lograría por un aumento en la superficie cultivada. Por lo tanto, el resto debería surgir de una mayor intensidad de cultivos y de los rendimientos.
“Es una cuestión de conocimiento puro y todo lo que ayude a ese logro será parte del futuro, desde el recambio generacional hasta los sensores ópticos para detectar malezas. La automatización va a seguir ganando terreno, reinarán las plataformas con un lenguaje común y el intercambio de datos será aún más sencillo”.
La tecnología es y será maravillosa, pero recorrer los lotes seguirá siendo práctica obligada. Siempre. Puede que diez días nublados hagan que en la plataforma no aparezca un problema de plagas, y será tarde cuando lo detectemos. Además, confirmado un escenario determinado, será la agronomía la que dé las razones y aporte las soluciones posibles, sostiene.
“Quien adopte estas herramientas debe tener en claro que sirven para producir mejoras, pero por detrás de la tecnología agrícola siempre está la agronomía, que sigue teniendo un rol central. En el fondo -concluye O’Donnell-, lo que mueve al mundo no son las máquinas, sino las ideas”. ©
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