Los expertos Daniel Arana y Luis Verri brindan en esta nota detalles de cómo funcionan, qué hay que tener en cuenta en la puesta a punto y cómo aprovecharlos en todo su potencial.
No hay dudas de que la irrupción del monitor de rendimiento desató en el agro una revolución de alcances impredecibles, ya que puso de relieve el sinsentido de adoptar criterios uniformes en lotes claramente heterogéneos.
De ahí que interesa conocer a fondo sus prestaciones y pocos tan preparados para hacer extensión sobre el tema como Daniel Arana, director de la consultora DEA. El especialista brindó los detalles que deben tenerse en cuenta durante un webinar de cosecha organizado recientemente en el marco de la Data Week de FieldView.
El monitor de rinde es un dispositivo que va instalado en la cosechadora. Permite medir el rendimiento y la humedad del grano a medida que se va levantando un cultivo, mediante el trabajo de diferentes sensores instalados en distintas partes de la máquina.
Si conocemos la superficie donde se originó una determinada cantidad de kilos de grano y las coordenadas de ese lugar (longitud y latitud), podemos georreferenciar el dato y obtener un mapa de rendimiento.
Así, una representación gráfica de este tipo involucra una sucesión de puntos georreferenciados que nos muestran la variabilidad en la producción de un determinado cultivo dentro de un determinado lote. Puede ser en formato de puntos, franjas, polígonos (el más habitual) o grilla, y nos indica que con la agricultura de precisión ya no tenemos un solo dato sino múltiples datos dentro de una misma superficie.
“El mapa de rendimiento es una tomografía de la productividad del lote —enfatiza Arana—. El nivel de contraste en cuanto a productividad puede ser enorme, y es el momento en que uno se pregunta por qué está manejando el cultivo de manera uniforme si la tasa de extracción de nutrientes es totalmente distinta entre los diferentes ambientes que componen ese lote”.
No menos importante es destacar que la agricultura de precisión genera mucha información y el primer paso es saber qué hacer con ella, entender qué utilidad encierra ese mapa de rendimiento.
“Una de las alternativas nos lleva a un manejo por ambientes. Es decir, a dividir el lote en macroambientes y utilizar un esquema de cultivos distinto en cada uno de ellos. Por ejemplo, siembra de fina en la loma y de gruesa en el bajo, en función del momento y la demanda atmosférica en que se desarrolla el ciclo de esta última respecto de la fina. Pero, además, puede hacerse un manejo sitio específico. Implica que a medida que vamos sembrando un cultivo podemos variar la densidad de siembra y la dosis de fertilizante”, detalla el especialista.
Para apoyar sus comentarios, Arana ofreció ejemplos prácticos de gran utilidad.
1. La fertilización
Pensemos en un maíz en un lote con rindes que van de 3.600 kg/ha a 10.000 kg/ha. Con el mapa de rendimiento podemos elaborar un mapa de extracción de fósforo (P), y usarlo para reponer el P que se llevó ese cultivo.
La extracción es más alta en la zona de mayor productividad, y el número se puede traducir en kilos de fertilizante. Si la extracción es diferente, ¿por qué usar la misma dosis en todo el lote, lo cual genera excesos en algunas zonas y carencias en otras?
“Con ese mapa podemos hacer una fertilización de reposición y devolverle a cada zona lo que consumió el cultivo. Si sumamos un análisis de suelo y sabemos qué contenido de P Bray hay en cada zona, podemos decidir hasta dónde queremos elevar el nivel de P del suelo. Sabemos que se necesitan 3 kg de P para aumentar 1 ppm; por ejemplo, para ir de 10 a 20 ppm vamos a necesitar 30 kg de P. Con eso hacemos un mapa de reconstrucción y podemos realizar una fertilización variable fosfatada para reponer el P que se llevó el cultivo y para levantar los niveles de P del suelo”.
2. Diferenciando sectores
En un campo al sur de Santa Fe, donde los sectores de alta productividad promedian 7 ppm de P, en el intermedio hay 12 ppm y en la zona de baja productividad, 25 ppm, si seguimos fertilizando de manera uniforme, va a llegar un momento en que será muy difícil producir.
¿Qué hacer? “En el sector de baja productividad se puede llevar a cabo una fertilización de suficiencia (maximiza el retorno económico), en la zona media una fertilización de mantenimiento (reponer lo que se llevó el cultivo) y en la zona de mayor productividad apuntar a una fertilización de reconstrucción. La primera se puede hacer a la siembra y las otras dos de modo variable al voleo”, dice Arana.
3. Qué cultivo sembrar
Para un mismo lote tenemos un mapa de rinde de maíz y otro de soja, y los transformamos en un mapa de márgenes brutos. Así, hallamos un sector con resultado negativo para el cereal, pero positivo para la oleaginosa.
De esta manera, el monitor sirve para saber que hay una porción del lote donde estamos perdiendo eficiencia económica con el maíz. Puede que de todas maneras el productor necesite sembrar este cultivo, pero no debe desconocer estos números.
4. Ensayos sobre dosis
Es importante optar por ensayos automatizados, por caso de nitrógeno (N), para evaluar diferentes criterios de caracterización ambiental, la respuesta al nutriente y la dosis óptima económica (DOE).
Generalmente, la DOE es menor que la dosis óptima física, es decir aquella con la cual obtenemos el mayor rendimiento. Arana contó un caso en el que se trabajó con 8 dosis diferentes, de 0 a 435 kg de urea (0 a 200 kg de N); se confeccionó un mapa de productividad con rendimientos y el mismo mapa con las diferentes dosis de urea aplicadas.
Con esto chequearon cuál fue el criterio de caracterización ambiental que mejor explicó la respuesta a N y cuál el que hizo lo propio con la DOE.
“Se ubicó un ambiente de alta y otro de baja productividad; entre ambos hubo diferencias en rendimientos y DOE. En uno de los lotes se justifica hacer dosis variable, en el otro no, porque las DOE no fueron muy contrastantes por más que se observaron diferencias en los rindes. Lo importante es que los ensayos sean automatizados respecto de la prescripción y también la cosecha”.
5. Detectando problemas con el monitor de rinde
En otro caso que presentó el especialista, contó que un profesional consultó sobre un posible error en el monitor de rendimiento, ya que una porción del lote apenas alcanzó los 3500 kg/ha y otra bordeó los 12.000 kg/ha.
El hombre envió el mapa de ambientes, comentó que es una zona de mediana a alta productividad y lo confirmó con un índice verde en valores muy interesantes.
Como no había estado en la cosecha se le pidió consultar al operario, que confirmó que había muchas plantas caídas en el lote, justo en la zona donde peor estaba. Quiere decir que quedaron en el suelo unos 8.000 kg/ha de maíz.
“El monitor de rinde no soluciona los problemas, pero sí indica dónde se registraron. Sirve para organizarse mejor la próxima vez, especialmente en la cosecha. La agricultura digital es mucho más amplia que una diferencia de dinero, y con ella se toman muchas decisiones como esta, que permiten ser más eficientes y empezar a trabajar de otra manera”, dijo el especialista.
6. Mapa de productividad
En este caso tenemos un campo ambientado con un mapa de productividad, y se identifican en los extremos dos zonas de alta productividad. ¿Tienen el mismo valor?
Con el mapa de rendimiento podemos responder a esa pregunta. A medida que vamos almacenando estos mapas podemos establecer un índice de productividad (IP). Es decir poner un valor relativo no solo al lote, sino a cada metro cuadrado dentro del campo.
“Así, cuando comparamos estos dos sectores con los restantes lotes, vemos que uno de ellos ya no tiene tanta calidad como parecía. Sirve para ajustar densidad de siembra y dosis de fertilización, porque le estamos poniendo un valor”, plantea Arana.
Para el experto, la transformación de la agricultura tradicional en agricultura digital pasa por la automatización en la toma de datos gracias a la conectividad. Es todo un tema en nuestro país, porque muchos equipos deben grabar offline y a medida que encuentran conectividad van sincronizando la información con la nube y la van subiendo, para poder ir visualizándola.
“El procesamiento de esos datos está resuelto, hoy se puede manejar un gran volumen rápidamente a través de las plataformas digitales. Esa información se transforma prácticamente en decisión a partir de la interpretación de las señales que conlleva”, dice.
Y agrega que “la experiencia y conocimiento de los agrónomos es fundamental para poder transformarlos en conocimiento y solucionar los problemas que se presentan, tanto para un productor de grandes extensiones como para el que siembra 200 o 300 hectáreas. El propósito último es aumentar la producción de alimentos y, en eso, la agricultura digital es clave”.
El ingeniero agrónomo Luis Verri, otro especialista en el tema, también aporta sus ideas (que pueden profundizarse en varios videos que están en la web Campo Digital, de FieldView).
Aquí va un resumen de los principales ejes conceptuales de este experto.
- El mapa de rinde es generado por la cosechadora a partir de la recolección de datos de varios sensores (de distancia, de velocidad, de altura de corte del cabezal, de humedad y temperatura, de flujo de grano, más el receptor GPS y el monitor). Si alguno de ellos no funciona no tendremos mapa de rendimiento. Téngalo en cuenta en precosecha y cosecha para poder reunir datos de calidad.
- Antes de arrancar a cosechar hay que calibrar el monitor de rendimiento. Cada marca de cosechadora tiene su procedimiento específico para hacerlo. Debemos tener en claro que siempre se calibra primero la humedad y después el rendimiento. Algunos monitores se corrigen con una sola carga de calibración, otros necesitan más cargas.
- Es necesario trabajar mucho en la capacitación del personal que va arriba de la máquina. Por suerte las cosechadoras son cada vez más inteligentes y vienen con muchos sensores autocalibrados. De todos modos, los de humedad y rendimiento necesitan ser calibrados. Lo bueno es que tenemos cada vez más tecnología para que los mapas de rendimiento cuenten con mejor calidad.
- Es importante saber que cuando cambian las condiciones de un cultivo (de planta casi verde a extremadamente seca) es necesario realizar esta calibración de manera más frecuente.
- Dada la calidad de las cosechadoras modernas y su trabajo, el porcentaje tolerable de error del monitor ha ido achicándose entre 1,5% y 2,0% de diferencia como máximo entre los kilos de la monotolva y el monitor.
En definitiva, queda bien en claro que los monitores de rinde aportan información cada vez más precisa, compleja y útil. También queda en claro que hay que estar bien preparados para aprovecharlos en todo su potencial, para integrarlos de lleno a un manejo bien profesional junto a la agricultura digital. ©
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