Los primeros ya son y los segundos serán elementos clave en el monitoreo y control de plagas y enfermedades, dice el reconocido experto Diego Álvarez, de la Facultad de Agronomía de la UBA.
Está claro que las tecnologías digitales aplicadas a la agricultura vienen ganando terreno. Año tras año, los progresos se multiplican casi exponencialmente, abarcando aspectos de la producción como la siembra, la cosecha y las aplicaciones para la protección de cultivos. Los avances son tan notables que obligan a las empresas a satisfacer cada día nuevas necesidades.
Es que las buenas decisiones de manejo agronómico deben sustentarse en datos de calidad, y para ello es fundamental realizar los mejores monitoreos de plagas y enfermedades que sea posible. Sin embargo, las tareas de relevamiento y registro de datos a campo suelen estar rezagadas en precisión respecto a las posibilidades que brindan las tecnologías hoy disponibles.
Diego Álvarez es ingeniero agrónomo, asesor y docente en la cátedra de Zoología Agrícola en la Facultad de Agronomía de la UBA. Como reconocido experto en la materia, analiza el presente de las actividades de monitoreo y su relación con la digitalización, los requerimientos que —a su juicio— demanda un buen registro de datos en cultivos extensivos, y cómo ve el futuro de estas tareas.
“Si pensamos en la agricultura de precisión —y destaco a FieldView en este aspecto—, lo primero es contar con una herramienta digital que le facilite el día a día al asesor y le permita aumentar su profesionalismo. En este sentido, resulta clave la digitalización vinculada a lo que es el monitoreo de adversidades en cultivos extensivos”, dice Álvarez, entrevistado en AgroEvolución, un podcast sobre agricultura digital.
“Del 2004 a hoy, la oferta de estas aplicaciones para monitoreo creció notablemente. En aquel momento había muy pocas. Bayer estaba desarrollando una, y yo pensaba que cuando eso explotara iba a ser una opción espectacular. Hoy, con un montón de herramientas disponibles, veo que la adopción es baja, y me pregunto por qué, si hay tantas y son amigables e intuitivas, se usan todavía tan poco”.
La larga experiencia de Álvarez en cuestiones de monitoreo de plagas y enfermedades le permite especular que la respuesta se vincula, justamente, con las tareas de recolección de datos a campo.
“Hacer monitoreos demanda un esfuerzo físico muy importante que no todos los técnicos pueden llevar a cabo, sobre todo si se aplican protocolos como los del INTA, muy exigentes y precisos. Entonces, suelen terminar en una miradita medio rápida y anotando más o menos lo que hay, y ahí es cuando se comienza a generar la pérdida de datos”, afirma.
Los datos, pilares de las buenas decisiones
La calidad de los datos depende enteramente del muestreo, sostiene Álvarez. En muchas ocasiones, tener datos de mala calidad y cantidad, mal tomados o incompletos, hace que apenas se puedan establecer tendencias, e impide realizar análisis estadísticos precisos, que es lo que se necesita para arribar a buenas decisiones de manejo.
A modo de ejemplo, el asesor resalta que si se desea garantizar el éxito de una tecnología, tal como el uso de determinado fitosanitario —que, además, cuesta bastante dinero—, importa más el momento de aplicación que el producto en sí, y ese momento lo indica el monitoreo.
Mientras más precisos sean los datos agronómicos, más ajustado será ese momento y las probabilidades de éxito serán mayores. Con datos precisos y en cantidad suficiente se puede llegar a aprovechar más en el agro la inteligencia artificial, considera Álvarez.
En la actualidad, la capacidad de predicción es clave para lograr buenos rendimientos. En este sentido, Álvarez comenta las ventajas de aplicar la inteligencia artificial. “Al cruzar datos de precisión con condiciones ambientales, por ejemplo, que juegan un rol central en la dinámica de las adversidades, se puede predecir qué va a pasar. Y esa es la carrera que todos los días tenemos en la cabeza los asesores y las empresas: crear el modelo de inteligencia artificial”.
El experto se imagina a esto como una poderosa herramienta para anticiparse con buen grado de confianza a la ocurrencia de una problemática.
“Si juntamos, por ejemplo, 10 variables y las relacionamos todas entre sí, es muy probable que lo que finalmente termine pasando en la realidad tenga un 90% de probabilidades de ocurrir. Entonces, volviendo al ejemplo de la aplicación del fitosanitario, tenemos el producto y tenemos la predicción con una alta chance de lo que puede ocurrir, así que podremos tomar mejores decisiones”, dice.
Profundizando en el tema de las variables, Álvarez indica que muchas de las que ayudan a predecir la ocurrencia de adversidades están bastante claras. Una de ellas es la cantidad de insectos, malezas o enfermedades en un lote. Cuantificar las magnitudes de cada adversidad depende de las personas y se las debe registrar correctamente. En este sentido, la capacidad del monitoreador resultará clave.
“Desde hace mucho, la discusión es si el monitoreador tiene que ser ingeniero agrónomo o un ‘plaguero’, como se lo suele llamar. Y siempre digo que, ante todo, la persona tiene que ser buena gente, comprometida, y debe tener ganas de hacer el trabajo”.
Por experiencia, Álvarez divide la tarea en dos partes. Una persona es la que registra el dato, y muchas veces la persona que toma la decisión de aplicar es otra, el ingeniero agrónomo.
Y las herramientas de la agricultura digital, como FieldView, pueden ser clave para que ese trabajo se realice de manera correcta, en ambas instancias.
Monitoreo de adversidades y nuevas tecnologías
Para Álvarez, la digitalización en el campo avanzó tanto que es un dato fundamental, y en este sentido, el aporte de FieldView es clave para que los productores encaren de manera sencilla la toma de decisiones en sus establecimientos.
“Los sensores, las imágenes… todo ha evolucionado. Yo lo veo en la siembra, en la cosecha, en la pulverización, y me parece impresionante. Pero cuando voy a lo mío, que es el monitoreo, encuentro que a estas tecnologías todavía les falta para entrar en el uso diario”, dice.
“Yo soy un convencido de que el futuro vendrá de la mano de los robots. En algún momento van a llegar para poder recolectar esos datos precisos. Para mí, hoy, el buen monitoreo que brinda buenos datos, pero hecho con tracción a sangre, resulta poco económico, sea que se trate de insectos, enfermedades o malezas”, agrega.
Y agrega que “Marcelo Carmona, docente de Fitopatología de la FAUBA, siempre me dice que a una observación biológica hay que ponerle un número. Ponerle un número a una población de trips o de ácaros es muy difícil, igual que tomar la decisión agronómica. Pero a partir de ese número, a la semana siguiente uno va a poder saber si la medida agronómica tomada fue buena o mala”, explica.
Para el asesor, monitorear enfermedades en los cultivos de verano no es una tarea necesariamente complicada, y las decisiones deberían pasar más que nada por el potencial de rendimiento del lote. En ese sentido, destaca que los nuevos fungicidas permiten ir más allá del control de la enfermedad: brindan beneficios fisiológicos a la planta tales como un mayor verdor, más días de fotosíntesis y mayor llenado de grano.
En definitiva, como dice Álvarez, es clave la capacitación de quien monitorea y de quien toma las decisiones de aplicación. Pero no caben dudas de que la agricultura digital, con la precisión que puede brindar en materia de datos, es un aporte estratégico para que ambas tareas confluyan para tener una agricultura cada vez más productiva y más sustentable. ©
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